Hace muchísimos años, en
plena selva amazónica a orillas del río
Curaray, junto a la cascada llamada El misterio de los dioses, habitaban
siete mariposas con alas de tul, todas
diferentes y de múltiples, brillantes y
bellos colores. Era tal su belleza, que la luna
lloraba de envidia y las flores de la selva se sentían opacadas cada vez que las mariposas revoloteaban a su
rededor.
Siempre volaban juntas y un
día una de ellas se entretuvo, y se alejó del lugar. Cansada, sin darse cuenta,
se posó sobre un espino que le traspasó el corazón. Sus amigas, consternadas,
la buscaron hasta encontrarla y al verla muerta todas la tomaron en sus brazos
y volaron hasta el cielo para estar cerca del sol. Al cruzar el infinito, las
nubes se tornaron obscuras y cayó una tormenta de rayos y centellas por varios
días. Cuando la tormenta había calmado y el sol secó el agua de la tierra,
salió un arco de hermosos y brillantes colores nunca visto, como los de las mariposas que cubrían la
cascada. Se dice que eran las almas de
las siete mariposas que venían a adornar la cascada del río Curaray. Este arco tomó el nombre de arcoíris de colores.
Al final de la cascada, que
coincidió con el extremo del arcoíris, había una cueva en la que se dice habitaba
una serpiente que se transformaba en un pequeño duendecillo de un aspecto muy
descuidado y grotesco, que se divertía asustando a quienes pasaban por allí, y
que se transformó en el guardián del arcoíris.
Un día, en que la luna
rebozaba de alegría, el duendecillo organizó una fiesta e invitó a las sirenas del río, a Tzunky el hombre del
agua, y a muchas brujas que habían de venido
de lugares muy distantes. En la fiesta se coló una de nombre Matra, que era la
bruja de las cuevas de Jumandi,
la que fingiendo amistad, llevó como regalo un traje hecho con la piel
de un de sapo para el duendecillo del lugar. Nadie se dio cuenta de que ella
había hecho una magia para convertir al duende en sapo y, así robar el arcoíris
del Curaray.
Todos, incluyendo al
guardián del arcoíris, se divirtieron hasta el amanecer; pero cuando ya el alba
había salido, se dieron cuenta de que el pequeño duende había desaparecido y en
su lugar había sólo un triste sapo cantor posando sobre una roca.
Se dice que las brujas,
incluida la de Jumandi, aprovecharon la ausencia del guardián para robarse el arcoíris
de la cascada del río Curaray y, que desde allí el arcoíris aparece en toda la
selva siempre que llueve y luego de que haya calma al salir el sol, se escucha
como croa el sapo cantor…
Relato: Shirna
Yupati. Sabio chamán de la selva amazónica
Ecrito por: Asoreth Becsi
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