jueves, 9 de abril de 2015

El duende del río Curaray en la amazonía ecuatoriana






Hace muchísimos años, en plena selva amazónica  a orillas del río Curaray,  junto a la cascada llamada El misterio de los dioses, habitaban siete  mariposas con alas de tul, todas diferentes y de  múltiples, brillantes y bellos colores. Era tal su belleza, que la luna  lloraba de envidia y las flores de la selva se sentían opacadas  cada vez que las mariposas revoloteaban a su rededor.

Siempre volaban juntas y un día una de ellas se entretuvo, y se alejó del lugar. Cansada, sin darse cuenta, se posó sobre un espino que le traspasó el corazón. Sus amigas, consternadas, la buscaron hasta encontrarla y al verla muerta todas la tomaron en sus brazos y volaron hasta el cielo para estar cerca del sol. Al cruzar el infinito, las nubes se tornaron obscuras y cayó una tormenta de rayos y centellas por varios días. Cuando la tormenta había calmado y el sol secó el agua de la tierra, salió un arco de hermosos y brillantes colores nunca visto,  como los de las mariposas que cubrían la cascada. Se dice que eran las almas de  las siete mariposas que venían a adornar la cascada del  río Curaray. Este arco tomó el nombre de  arcoíris de colores.
Al final de la cascada, que coincidió con el extremo del arcoíris, había una cueva en la que se dice habitaba una serpiente que se transformaba en un pequeño duendecillo de un aspecto muy descuidado y grotesco, que se divertía asustando a quienes pasaban por allí, y que se transformó en el guardián del arcoíris.
 





Un día, en que la luna rebozaba de alegría, el duendecillo organizó una fiesta e invitó a  las sirenas del río, a Tzunky el hombre del agua, y a muchas  brujas que habían de venido de lugares muy distantes. En la fiesta se coló una de nombre Matra, que era la bruja de  las cuevas de  Jumandi,  la que fingiendo amistad, llevó como regalo un traje hecho con la piel de un de sapo para el duendecillo del lugar. Nadie se dio cuenta de que ella había hecho una magia para convertir al duende en sapo y, así robar el arcoíris del Curaray.

 


Todos, incluyendo al guardián del arcoíris, se divirtieron hasta el amanecer; pero cuando ya el alba había salido, se dieron cuenta de que el pequeño duende había desaparecido y en su lugar había sólo un triste sapo cantor posando sobre una roca.
Se dice que las brujas, incluida la de Jumandi, aprovecharon la ausencia del guardián para robarse el arcoíris de la cascada del río Curaray y, que desde allí el arcoíris aparece en toda la selva siempre que llueve y luego de que haya calma al salir el sol, se escucha como croa el sapo cantor…






Relato: Shirna  Yupati. Sabio chamán de la selva amazónica
Ecrito por: Asoreth Becsi




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