viernes, 30 de enero de 2015

El cóndor de los salasaka (comunidad salasaka)



Cuando los habitantes de Salasaka tenían el espíritu en libertad, y eran dueños del oro, de la plata, del río, de las piedras, del aire, del trueno y  el viento,  y sus dioses eran el sol, la luna y las estrellas, mucho antes de la llegada de los incas  a este territorio, se dice que el  guardián protector  de la fuente de la juventud de la vida y de la magia, la que tenía el alivio para las almas y para los cuerpos era un cóndor gigantesco  recio y valeroso, fuente mágica a la que desde siempre y hasta ahora acuden los chamanes y los sabios para pedir sus poderes y  sabiduría.
Este imponente animal vivía en las cimas del monte y desde allí custodiaba la fuente que se encontraba en el fondo del risco,  era un animal  poderoso e imponente, que tenía unas garras aceradas cual garfios y jamás hizo daño alguno a nadie, pues tenía respeto a la vida y a la naturaleza, su amiga  incondicional, su compañera fiel, que llenaba su alma de nostalgia fue siempre la soledad. 



Hasta que un día todo cambio en aquel lugar, el buen cóndor cansado de las caricias inagotables de su soledad, temblaba de deseo, recién paría el alba y una indígena salasaka con unos ojos de noche un cabello azabache bella muy bella con su corazón sangrante, herido por  un mal amor, fue rumbo a la fuente de la juventud, de la vida y de la magia a obtener el sagrado misterio que le permita restañar sus heridas, ella se deslizaba como una hoja en el viento con sus sutiles y delicados  pies hacia la fuente,  desde el cerro había unos ojos que le acechaban, era el cóndor;  el que quedó abismado ante tanta belleza; la hermosa  indígena  había despertado en él una extraña fascinación que,  le atraía irremediablemente.




Ella sin reparar en el acecho, se quitó sus vestiduras y dispuesta a bañarse en la fuente que restañaría sus heridas, se hundió en el agua que le acaricio su virginal substancia como si éste  fuera un tributo a los dioses, luego cuando se aprestó a salir de la fuente, creyó que los poderes de la fuente  habían hecho un milagro, y como por obra de magia  su amado regresaba a su lado,  miró como un indígena imponente buen mozo se acercaba  hasta ella y la tomó con la sutileza que se toma a una rosa, sin embargo había algo distinto en su mirada, algo seductor e inquietante, algo felino, perverso, y casi animal que hizo que ella se estremeciese.
El, preso por un sentimiento incontrolable, por un impulso básico a la vez que irrefrenable, embrujado, poseso, abducido por un cúmulo de sensaciones incontroladas, se abalanzó sobre ella besándola y recorriendo con sus manos todo su cuerpo,  Y juntos con loca pasión tocaron la arena donde la semilla germina, en la orilla de la fuente. Cuando ella estaba allí feliz,  pletórica, plena, amada,
De repente, ¡Queda paralizada, aterrada! 
Vio como del cuerpo de su amado, él que la había hecho mujer, se transformaba en el ave imponente, en un cóndor.  



¡Oh sorpresa!
Era el dueño y señor, guardián de la fuente de la vida,
¡Era el cóndor de los salasaka! 
Había sido amada por el cóndor de los salasaka.
Él la tomó entre sus garras y la alzó hacia el infinito llevándola a su cueva como su mujer, dicen que pasaron muchas lunas y ella regresó a su casa paterna embarazada, y que cuando dio a luz nació un niño emplumado con un pico acerado y una belleza imponente y ella murió junto a su hijo por tanto  dolor y nostalgia, pues se sintió engañada por el cóndor, ya que él no era el amor de su vida.
Desde entonces se dice que en Salasaka ninguna mujer joven y soltera se atreve a ir a la fuente de la vida porque el cóndor transformado en un indígena muy apuesto, con pasión y desenfreno las hacia suyas.

Y se dice que el cóndor vivió por siempre en esos lares acompañado de su soledad y su tristeza.

Asoreth Becsi    





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